El ajedrez vivo de marte by Edgar Rice Burroughs

El ajedrez vivo de marte by Edgar Rice Burroughs

autor:Edgar Rice Burroughs [Burroughs, Edgar Rice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: SF
ISBN: 978-84-95741-06-6
publicado: 1921-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO XII

Las travesuras de Ghek

Mientras que Tara de Helium era llevada a las torres de Jetan, Ghek fue escoltado hasta los calabozos que había bajo el palacio, donde quedó encarcelado en una cámara escasamente alumbrada. Allí encontró un banco y una mesa que se hallaban sobre el suelo de tierra, junto a la pared, y en ésta varias argollas de las que colgaban cortas cadenas. Al pie de las paredes había varios agujeros en la tierra. De las diversas cosas sólo esto le interesó. Ghek se sentó en el banco y esperó escuchando silenciosamente. Poco después se extinguió la luz. Si Ghek hubiera podido sonreír hubiera sonreído, pues él podía ver en la oscuridad lo mismo que con luz o tal vez mejor. Contempló las negras aberturas de los agujeros del suelo y aguardó. A poco, notó un cambio en el aire que le rodeaba: se iba cargando de un extraño olor. Una, vez más hubiera sonreído Ghek si hubiera podido hacerlo.

Que reemplazasen todo el aire de la cámara con sus gases más mortíferos, poco le importaría a Ghek, el kaldane, que, como no tenía pulmones, no necesitaba aire. Para el rykor podría ser distinto: privado de aire moriría; pero si sólo introducían una cantidad de gas suficiente para aletargar a una persona corr'lente, entonces no causaría ningún efecto en el rykor, que no tenía cerebro objetivo que sufriera. Mientras el exceso de bióxido de carbono en la sangre no fuera suficiente para detener el funcionamiento del corazón, el rykor sólo sufriría una disminución de vitalidad; pero aún no respondería a la acción excitante del cerebro del kaldane.

Ghek hizo que el rykor se sentara recostado contra la pared para poder permanecer sin la dirección de su cerebro. Luego soltó su contacto con la medula espinal, pero continuó sobre los hombros, esperando y observando, pues se había despertado su curiosidad. No pasó mucho antes que viera brillar las luces y abrirse una de las cerradas puertas para dar paso a media docena de guerreros. Se aproximaron a él rápidamente y obraron con presteza. Primero le quitaron todas las espadas y luego, poniéndole un grillete en uno de los tobillos del rykor, le aseguraron al extremo de una de las cadenas que colgaban de la pared. Luego arrastraron la mesa para ponerla en una nueva posición y la sujetaron bien al piso, de modo que el extremo de ella, en vez del centro, quedaba delante del prisionero. Ante él pusieron, sobre la mesa. comida y agua, y en el extremo opuesto dejaron la llave del grillete. Luego dejaron abiertas todas las puertas y se marcharon.

Cuando Turan, el panthan, recobró el conocimiento fue para experimentar un agudo dolor en el antebrazo. Los efectos del gas habían desaparecido con tanta rapidez como le afectaron, así que al abrir los ojos, con la plena posesión de todas sus facultades, las luces brillaban otra vez y a su débil resplandor descubrió la figura de una gigante rata marciana, que, acurrucada sobre la mesa, le roía el brazo.



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